Cuando la justicia condena la duda: castigos sin pruebas en los tribunales nicoleños

En los últimos años, los tribunales argentinos acumulan fallos que despiertan una misma alarma: la justicia castiga sin pruebas suficientes. En lugar de sostenerse sobre la evidencia, muchos procesos judiciales se apoyan en conjeturas, prejuicios o la presión mediática. Así, el principio básico del derecho —“nadie es culpable hasta que se demuestre lo contrario”— se invierte silenciosamente en los hechos.

“Hoy un juez no necesita probar tu culpabilidad, solo necesita creer en ella”, sintetiza un abogado penalista que sigue de cerca varios de estos casos. Las causas se arman sobre testimonios contradictorios, pericias incompletas o interpretaciones forzadas. Sin embargo, las decisiones se mantienen firmes, como si admitir un error fuera más grave que condenar a un inocente.

El problema no es aislado. Se trata de un modo de funcionamiento que responde a una lógica punitiva antes que judicial, donde el castigo precede a la verdad. El expediente se convierte en un relato construido para sostener la hipótesis inicial, incluso si las pruebas la contradicen.

Uno de los ejemplos más recientes los vemos en dos casos que te compartimos en Dairio la Verdad,  donde se repite ésto de la acusación que se sostuvo en indicios débiles, sin pericias técnicas que confirmaran los hechos. Aun así, el fallo repitió la narrativa del fiscal, ignorando inconsistencias centrales del proceso.

Estamos ante "juicios" de  presunciones. Acaso una sospecha. Y así estamos

Detrás de esta práctica se esconde un sistema judicial que confunde autoridad con verdad. Cuando un tribunal se acostumbra a decidir sin pruebas, lo que se erosiona no es solo la credibilidad de la justicia, sino el contrato básico entre el Estado y la ciudadanía: el derecho a ser juzgado con garantías.

En palabras de un ex magistrado:

“La justicia argentina castiga a quien no puede defenderse y perdona a quien puede comprar su inocencia. No hay peor condena que la del que no tiene pruebas en su contra, pero tampoco quien lo escuche.”

Ya lo estamos viviendo en el caso de Pilli, que ya compartimos con nuestros lectores y ahora la historia se repite con otro actor, pero el tema es el mismo. El daño de una condena injusta no se mide solo en años de prisión, sino en la desconfianza que deja. Cuando el sistema judicial abandona la prueba como única forma de verdad, todos quedamos bajo sospecha. Porque en una justicia sin evidencias, cualquiera puede ser culpable.

Te escuchamos, te leemos, te respondemos.  Estamos de un sólo lado y los que nos siguen lo saben.  Gracias

Para ilustrar la nota elegimos la portada de un libro de alguien a quién admiramos profundamente y ya no está entre nosotros pero nos dejó éste legado.