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San Nicolás no duerme. Late en silencio, pero su corazón está herido - Diario la Verdad

COLUMNISTAS | 5 SEP 2025

ALERTA: MOVILIZACIóN

San Nicolás no duerme. Late en silencio, pero su corazón está herido

San Nicolás hierve. La multitudinaria caravana partió desde la planta “General Savio” (ex-Somisa), fue sumando en las esquinas compañeros que defienden el trabajo y la dignidad. La caravana copó el centro de la ciudad en rechazo al apagado del alto horno, los despidos y la precarización laboral que enfrentan más de 1.200 obreros tercerizados del Grupo Techint.



La ciudad que alguna vez fue símbolo de trabajo, de orgullo y de industria, hoy se desangra frente a los ojos indiferentes de quienes miran los números y no a las personas.

La plaza fue ayer un espejo roto. Reflejó la desesperación de miles de familias que marcharon no por un privilegio, sino por lo más elemental: el pan, la dignidad, la certeza de un mañana. La caravana no fue solo una movilización; fue un clamor, un rugido, un grito que nació de la garganta colectiva de un pueblo que siente cómo le arrancan el futuro. Que frene la producción del alto horno no es un gesto técnico, es un gesto político, es abandono. No es decisión, es extorsión.

¿Qué puede simbolizar más la injusticia que ver cómo se va apagando el fuego que por décadas iluminó hogares, mientras miles de trabajadores son condenados a la precarización y al despido? Más de 1.200 trabajadores tercerizados hoy llevan sobre sus espaldas el peso del ajuste. Jornadas de 12 horas, salarios de miseria, condiciones extremas.

Y como si no alcanzara, los despidos caen como martillazos sobre quienes solo tienen su fuerza de trabajo para ofrecer. ¿Cómo no va a doler? ¿Cómo no va a hervir la sangre en esta ciudad? San Nicolás sabe lo que significa el trabajo. Lo sabe desde Somisa, desde cada obrero que dejó la vida en la línea de producción para que la patria se sostuviera en pie. Y hoy, a esa misma ciudad, la condenan a la humillación, a la impotencia de ver cómo se desmorona lo que se levantó con sudor, con esfuerzo, con generaciones enteras.

¿Qué diría Perón si viera a sus obreros sin respuestas, condenados a la miseria por la avaricia de unos pocos? ¿Qué diría Evita, al ver madres haciendo cuentas imposibles para que alcance la comida? ¿Qué diría Néstor, que levantó de las cenizas un país y que jamás hubiera entregado a su pueblo al sacrificio del mercado? ¿Qué diría Diego, que siempre supo pararse del lado del pueblo, con toda la furia y todo el amor? San Nicolás sangra y con ella sangra la Argentina. Porque cuando una ciudad obrera cae, cae todo un país. Porque cuando el acero se enfría, también se enfría la esperanza de miles de familias. Y porque detrás de cada despido no hay una estadística: hay un niño que pregunta, hay una mesa vacía, hay una vida partida. Duele. Duele en los cuerpos, en los bolsillos, en las almas.

Duele ver a los trabajadores marchar con la dignidad intacta pero con la certeza de que los de arriba les dieron la espalda. Duele ver a una ciudad entera paralizada por el miedo a perderlo todo. Duele porque lo que está en juego no es solo el salario: es la vida misma de un pueblo. Pero que nadie se equivoque: este pueblo no va a rendirse. San Nicolás sabe de luchas, sabe de sacrificios, sabe de caídas y de levantarse una y otra vez. Podrán apagar hornos, podrán ajustar paritarias, podrán despedir obreros, podrán hambrear familias. Pero nunca van a apagar la voz de una ciudad que aprendió que la patria se defiende trabajando y luchando. Porque la patria no es un mercado, ni un número, ni una planilla. La patria es un obrero que vuelve a su casa con el orgullo de llevar el pan a su mesa. La patria es la madre que sabe que a sus hijos no les faltará el futuro.

La patria es San Nicolás, herida y dolida, pero de pie. Y si hoy nos toca llorar, también nos tocará levantarnos. Porque el trabajo no se mendiga, se defiende. Porque la dignidad no se negocia, se exige. Y porque aunque intenten apagar el fuego, en el corazón del pueblo siempre habrá brasas listas para volver a encenderse.

La patria es el trabajo. Y sin trabajo no hay futuro