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Graves irregularidades en la sede del Club Doce de Octubre - Diario la Verdad

POLíTICA | 16 JUL 2025

POLíTICA CóMPLICE

Graves irregularidades en la sede del Club Doce de Octubre

Entre intervenciones judiciales y maniobras políticas, una historia que duele. Le duele al hincha, le duele al socio, duele y punto



Otra vez sopa: el club está intervenido, el poder metido y los socios afuera.

La historia de cómo una institución centenaria se convirtió en tierra de nadie. Por Redacción Especial (Con información exclusiva desde San Nicolás) El Club Doce de Octubre no está en ruinas… todavía, pero....

Si uno entra hoy a la sede de calle Mitre va a encontrar algo muy parecido al resultado de una licuadora institucional: baños rotos, medidores faltantes, paredes electrificadas y una biblioteca que mutó en gimnasio privado, como si fuera una escena de Los Simuladores versión barrial.

La institución, con más de cien años de historia social y deportiva en San Nicolás, vive su segunda intervención judicial en pocos años. ¿La razón? Un cóctel tóxico de conflictos internos, arbitrariedades, intereses políticos y manejos que huelen más a negocio privado que a vocación comunitaria, como ya advertimos.

El partido que no se jugó y la camiseta que se llevó puesta la actual intervención, con aval judicial, designó a Marcelo Acuña como referente deportivo. Pero no todos lo quieren en la cancha. Desde adentro, sectores que ya habían impulsado desalojos previos resisten y juegan su propio partido. Y como en toda interna turbia, no faltó el escándalo.

La bomba explotó con el futsal. Según denuncias de socios y referentes, Emmanuel Miño, entrenador del equipo, retiró recaudaciones, bonos y hasta un juego de camisetas, y después —casualmente o no— decidió no presentar al equipo, lo que provocó una sanción automática. Y ahí la historia se enreda más: el Tribunal Disciplinario de la Liga Nicoleña —presidido por un abogado que comparte estudio jurídico con la ex interventora del club, Julia Agotegaray— impuso una multa que supera lo establecido por el reglamento. “Desmedida y parcial”, dicen desde la nueva conducción.

La pregunta cae de maduro: ¿sanción deportiva o castigo por razones políticas? ¿Quién es Matías Barone y por qué tiene las llaves del club? Acá entra otro jugador que no está en la planilla oficial, pero que maneja la pelota como si fuera el dueño de la cancha. Matías Barone, proveedor del Municipio en servicios de internet, aparece en los libros como socio del club aunque no hay registro de pago de cuota alguna. Los testimonios afirman que Barone fue incorporado sin cumplir los requisitos básicos y que, desde entonces, actúa como un administrador de facto. Pero su gestión no es precisamente transparente: transformó la Biblioteca del club en un gimnasio privado, con ingreso exclusivo para su suegro, un ex fisicoculturista que llevó su propio equipamiento. Y no termina ahí.

Se alquilan salas a grupos de artes marciales, se cobra por vóley recreativo, no hay contratos firmados, ni seguros, ni controles médicos. Todo se mueve en la más absoluta informalidad.

El amado club con tantas historias que nos han contado, hoy parece más una PyME familiar que una institución deportiva.

Edificio fantasma, facturas que no aparecen y la política detrás del telón La sede de calle Mitre da miedo. Literal. No hay agua potable, los baños están inutilizables, el sistema eléctrico representa un riesgo, y los medidores de servicios brillan por su ausencia. Mientras tanto, el hombre que nunca pagó una cuota utiliza las instalaciones como si fueran propias, sin control, sin estatuto y sin vergüenza. En cualquier otro club, esto habría motivado expulsión inmediata y denuncias penales. Pero acá, dicen los que conocen el paño, hay protección política.

¿Quién estaría detrás? Algunos nombres que circulan: la familia Passaglia, hoy en el poder local. Nadie lo dice en voz alta, pero todos lo murmuran en los pasillos. Desde el entorno de la intervención aseguran que las operaciones contra la nueva conducción tienen un objetivo claro: desprestigiar, desgastar y entorpecer la recuperación del club, en un contexto donde los negocios se mezclan con la militancia y el oportunismo.

La historia que duele “Pirruco Podestá estaría feliz por cómo está el estadio… pero seguro se revuelve en la tumba si ve lo que pasa en la sede”, dicen algunos socios históricos. Y tienen razón. El Doce de Octubre no merece este presente, donde el sentido de comunidad fue reemplazado por la apropiación personal y el silencio cómplice. La pregunta que queda flotando es la de siempre: ¿quién se beneficia con este caos? ¿Y por qué nadie hace nada?

Mientras tanto, el León de Mitre, que supo ser orgullo barrial, espera justicia, decencia y que algún día, el club vuelva a ser de sus socios. Si es que todavía queda alguno.