Las viejas garitas, reemplazadas últimamente, duermen oor ahora tiradas en el Corralon de vialidad municipal.
Allí permanecerán hasta que los funcionarios habitués a conseguir vueltitos vuelvan a las andanzas, consigan un transporte municipal que lleve los restos de las garitas a la conocida chatarrería donde harían negocios los que siempre merodean los negocios particulares y luego pueden viajar con el simple y escaso salario municipal, varias veces en el año a Brasil.
Lo mismo hicieron con los bancos de las plazas, fueron a parar a la esquina de Alberdi y la vía y allí permanecieron hasta que finalmente el olvido social los hizo dinero.
Igual que los caballos y todas las cosas que guardarían en el batallón, pero el silencio es más fuerte.