

Por: Belén Mozzicafredo
Como dice mi querido Diego Frenkel, ¿Quién era yo antes de verte? Por los caminos anduve solo. Lo cierto es que existimos porque hay otro. Otro que nos piensa, otro que nos lee, otro que nos escucha, otro que decide comunicarse de alguna forma, en este mar de gente que llamamos planeta Tierra. No existe la Europa sin la América, y sin embargo millones de inmigrantes se vinieron huyendo del hambre, de la desocupación de la revolución industrial, sin nada más que sueños en sus bolsillos.
El mundo está atravesando un horror, lo advirtió el Papa Francisco, le rogó a Vance y a muchos otro antes que a él. Le pidió incluso a nuestro presidente que no se olvide de los pobres. No se pueden entender las migraciones sino notas que todos somos migrantes, que andamos siempre buscando donde vivir, con otros, la tierra, en un crisol de cultural y de idiomas y de rostros infinitos. Nos llenamos la boca criticando nuestro país, nuestra casa, y eso pasa en cada rincón del planeta, nadie está conforme donde vive, creen que en otros lugares se está mejor, se come mejor, se trabaja mejor, se viaja menos horas en subte o en colectivo, se tiene mejores sueldos, con los que comprar mejores cosas. En algunos casos es así, cuando hay guerra y dictadura, aquí paso, varias veces. Si lo pensamos sinceramente, es una lástima tener que irnos de los lugares donde nacimos por los motivos que sean. Ser inmigrante es desesperante, y no acordarse de eso una vez que se llego a un lugar que nos recibió, es criminal. Lei un migrante decir esto hace mas de cien años: “Vinimos a América porque nos dijeron que las calles estaban pavimentadas en oro, cuando llegue me di cuenta de tres cosas: primero las calles no estaban pavimentadas de oro, segundo las calles ni siquiera estaban pavimentadas, tercero estaban esperando que yo las pavimente”. Los migrantes, donde lleguen, harán los peores trabajos, para ganarse el pan. En conclusión, los países se han hecho grandes, y se seguirán haciendo grandes, gracias a los migrantes dispuestos a comprar su derecho a un pedacito de ciudadanía y de paz.
Argentina se está transformando en una tierra de persecución, esta semana han salido a la caza de periodistas, de fotógrafos. ¿Ya nos olvidamos de Cabeza lector, lectora? No estamos bien, esa es la cuestión, y este gobierno hará lo que sea para que escuchemos una sola campana, su verdad de liberación, la libertad de elegir si comprarnos un yogurt en el súper con el riesgo de quedarnos cortos a fin de mes. Un gobierno sin oídos y con un gran altavoz en forma de boca, insultando y gritando desregulaciones que no hacen más que poner la balanza del lado del poderoso; y mucha policía en la calle, o ejército, para evitar la protesta. Una justicia que no es justa, y que se mide el miembro mientras prepara el fallo para encarcelar a Cristina, mientras los chorros de verdad nos manejan el tesoro, la economía y la paz social.
En San Nicolás pasa lo mismo. El gobierno local es sordo, tiene las manos sobre las dos orejas, y no hay vecino de Rojo, de Conesa, ni del centro que sea escuchado. Negar a otros el derecho a ser oídos es inconstitucional. Creer que, porque obtuviste 36.000 votos tenes derecho a hacer de la ciudad, de la salud, de la educación y de la seguridad lo que se te cante es de un nivel de soberbia que se resume muy bien en el último comunicado del 1 de mayo por la cadena nacional del Diario El Norte. Tenemos un intendente que no entiende por qué el día del trabajador se debe conmemorar no trabajando. ¡Quien lo asesora por Dios! El caso es que son todos iguales de sordos los que rodean a este muchachito que le falta mucho por aprender, por viajar, por leer. Cosas que no te da el dinero, sino las ganas de crecer como persona.
Avanza la libertad, avanza con el pavimento hecho por los migrantes internos y externos, avanza con una disparidad entre los que más tienen y los que apenas sobreviven. No somos distintos a ningún otro lugar del mundo, todos esconden muy bien sus toneladas de basura debajo de la tierra que le dejaremos sucia a nuestros nietos. Las revoluciones están mal vistas hoy día, ni siquiera podemos pararnos en una calle sin el temor de ser detenidos por violar un protocolo anti piquete. Pero el mundo donde vivimos se hizo con revolución, la libertad se ganó con revoluciones, como la de San Martin en Sudamérica, a lo largo de los últimos trescientos años. No es que este incitando a ninguna revolución masiva lector, lectora. Creo más bien que este es tiempo de pequeñas revoluciones individuales, la de escribir a mano y con lápiz en vez de teclear un tuit, o la de sentarnos a escuchar a otros, ver a otros a los ojos, desconectarnos de la vorágine y sentir que somos una única raza humana, nadie es mejor que nadie.
Se vienen tiempos de elecciones difíciles, en un mundo donde triunfó la democracia sobre la monarquía o las oligarquías. Ojalá sintamos que tiene peso nuestro voto, aunque nos quieran hacer, una y otra vez, sentir lo contrario.
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