viernes 16 de mayo de 2025 - Edición Nº2354

Opinión | 25 abr 2025

Nunca nos olvidó

Francisco, el argentino más presente sin volver.

La esperanza de compartir con Dios, su gloria


La Partida

Hace apenas poco más de 12 años, el por entonces Cardenal Primado S.E.R. Mons. Jorge Mario Bergoglio, Arzobispo Metropolitano de Buenos Aires, se tomaba un avión a la ciudad de Roma para participar del Cónclave que habría de elegir al sucesor del abdicante S.S. Benedicto XVI.

Su intención era clara, hacer lo que la Santa Madre Iglesia le encomendaba y volver de inmediato a sus labores pastorales porteñas, por ello sólo había llevado una pequeña valija con unas mudas de ropa y su sotana cardenalicia.

El conclave inició el 12 de marzo de 2013 a las 17:40 hora de Roma, y apenas pasadas las 24 horas, a las 19:05 del 13 de marzo, dos tercios (o más), de los 120 Cardenales menores de 80 años presentes, ya tenían certeza que el Espíritu Santo les pedía que votaran por un varón bautizado (único requisito para ser Papa) en particular, y estaba allí presente entre ellos. Su nombre impuesto por él, y que marcaría su papado, fue Francisco.

El Anuncio

Por mi cuenta recuerdo especialmente ese día miércoles por la tarde; estaba en el primer año de filosofía del Seminario Arquidiocesano de Rosario, estudiando para ser sacerdote, en la hora de deporte (lunes, miércoles y viernes), jugando al futbol (atajando) y pasó corriendo desde otra cacha hacia el edificio del seminario un seminarista del menor (secundario) gritando “hay fumata blanca” varias veces; ese seminarista era Nelson Véliz, hoy sacerdote de la Arquidiócesis de Rosario.

Sin pensarlo dos veces los dos equipos desarmamos formaciones y corrimos al edificio, las campanas del seminario replicaban más fuerte que cuando se cantaba el Ángelus o el Regina Coeli; sin demora nos dirigimos todos al teatro donde había una pantalla gigante con proyector y cable para ver el canal, todo listo para este evento; el piso era de parqué y lo rayamos todo con los tapones de los botines, pero la euforia y la ansiedad no nos permitía irnos a cambiar, y los formadores también estaban en sus pensamientos (ellos sabían mejor que nosotros que el cambio de una cabeza trae cambios al cuerpo tarde o temprano).

Después de un rato esperar sentado en las butacas de cuero y madera, con la ropa deportiva sucia, ya medio renegando por el tiempo prolongado entre la fumata y el anuncio, especulando si no podría ir a bañarme rápidamente; salen al balcón de la plaza de San Pedro el francés Cardenal Protodiacono Mons. Jean Luis Tauran y el argentino asistente de liturgia Mons. Guillermo Karcher (recuerdo como su sonrisa parecía salírsele de la cara, la noticia era muy emocionante para él). El Cardenal nos dio la noticia alegre, en latín “Habemus Papam”, y los aplausos se escucharon desde la plaza San Pedro hasta Rosario.

Luego de ello, continuó con la fórmula establecida y en el momento de pronunciar el nombre del electo Papa, la misma se parte en dos, primero se dice el nombre de bautismo y luego de otros títulos eclesiales el apellido, todo claramente en latín. Apenas el Cardenal dijo “Georgum Marium”, mientras continuaba con los títulos, un compañero que ya estaba estudiando los grados de Teología, sentado al lado mío empezó a gritar “Bergoglio”, “Bergoglio”, lo miré sorprendido y estaba levantándose de su asiento con los brazo al mismo tiempo que el Cardenal confirmaba su grito, dijo “Bergoglio”. Ese seminarista era Facundo Ivaldi, hoy sacerdote de la Arquidiócesis de Rosario, recién llegado de Roma de completar sus estudios en liturgia, tuvo el privilegio de conocer al Papa.

La sensación fue más emocionante aún, los gritos y abrazos de festejo era el común denominador, honestamente lo sentí como haber ganado un mundial de futbol, y lo comprobé 9 años más tarde cuando Argentina salió campeona en Qatar; era esa alegría por ser parte de algo que no tuve absolutamente nada que ver, pero que siento que es parte de mi. Recuerdo que me abracé con mi compañero de año Juan Ignacio Pera, muy futbolista, el olor a chivo que manejábamos no importaba nada. Él también es sacerdote en la Arquidiócesis de Rosario.

Lo primero que atiné a hacer conscientemente después de esa eufórica reacción masiva, fue observar al rector del seminario Pbro. Gustavo Rodríguez, sólo a modo de curiosidad, el mismo muy templado salió caminando rápido del teatro hablando por teléfono de manera reservada, claramente era importante ese llamado en ese momento.

Nuestro Arzobispo en el 2013, Mons. José Luis Mollaghan, a quién él respondía obedientemente, era justamente de otra “línea” interna eclesial, más vinculada a Mons. Aguer, considerados conservadores. El tiempo hizo lo suyo, tanto Mollaghan como Aguer se retiraron del pastoreo diocesano por pedido del Papa Francisco a otras tareas.

Finalmente Francisco salió al balcón a saludar a la gente de la plaza San Pedro, la primera impresión fue rarísima, o sea lo conocía, era Bergoglio, uno de los nuestros. ¿Qué hacía ahí? Impactante. La segunda impresión fue que le faltaba algo, estaba muy simple, había salido sin los ornamentos accesorios como la muceta roja o los zapatos vino tinto, y el pectoral no era dorado (recordemos que Benedicto XVI era un aficionado a los ornamentos, el cambio era notorio); y la última sensación fue de admiración, rompió el protocolo y antes de dar la bendición “urbi et orbi” se mandó un discurso de los suyos haciendo alegoría con el fin del mundo (a donde fueron a buscarlo jaja). Luego de eso nos acondicionamos y celebramos la Santa Misa, a mí me tocó ser turiferario (siendo honesto, era bueno en su manejo).

Los Detalles

El Papa produjo revuelos desde el primer momento, anunció que la elección de su nombre era por San Francisco de Asís, el santo que optó por la pobreza material para ser como Cristo; en línea con esta espiritualidad, hizo de su papado el más austero posible hasta el momento de los papas contemporáneos; siguió usando los mismos zapatos negros con los que pisaba los subterráneos de Buenos Aires, y ahora en vez de recorrer los palacios pontificios, decidió vivir en el Vaticano junto con el resto de los habitantes, en el palacio Santa Marta, no se hizo férula papal, sino que optó por usar la de otros papas como San Juan Pablo II o San Pablo VI, y mantuvo su pectoral plateado de Arzobispo, para solo nombrar algunos pequeños detalles de sus decisiones.

Argentino hasta el tuétano, fanático del fútbol, fue el único cuervo que había logrado levantar una copa internacional hasta que San Lorenzo ganó la Libertadores en el 2014, amante de compartir un mate y de oír al prójimo; aquí lo han acusado de peronista, pero no es cierto, que el peronismo tome en sus bases parte de la Doctrina Social de la Iglesia, no hace que quién use la Doctrina Social sea peronista, debería ser al revés, el peronista debería ser católico si comulga con su doctrina (lo mayor supone a lo menor). De hecho, como Arzobispo de Buenos Aires, supo tener muchas diferencias con los Kirchners al poder, quienes se consideraban peronistas.

De formación Jesuita, imposible de saber qué era lo que pensaba, característica particular y peculiar de esa orden religiosa; lo único que sí se tiene certeza es que buscan progresar socialmente con el Evangelio en “Compañía de Jesús”, y eso a veces asusta a los más conservadores en la Iglesia, de hecho le valió la disolución de la “orden” (nunca le dieron el rango) entre 1773 y 1814, por ser revolucionarios. Claramente para su contexto institucional, el papado de Francisco fue muy progresista, ganándose sus enemigos internos y poderosos.

Haciendo una síntesis de estas dos características inherentes a su persona, Argentino Y Jesuita, le cabe los títulos de Papa del “fin del mundo” (por Argentina), el Papa “negro” (así se le llamaba al superior Jesuita por su poder, ya que usaba sotana negra), el Papa “peronista” (por aplicar la Doctrina Social de la Iglesia), pero honestamente ninguna de todas esas menciones lo abarca cabalmente; fue el Papa “revolucionario”, el Papa “de los pobre”, inculcando una iglesia abierta a la alegría, al recibimiento de todo hermano (especialmente inmigrantes y homosexuales), al cuidado del medio ambiente y al mismo tiempo siempre siendo abnegado y austero en la vida propia, brindando voluntariamente todo lo administrado en pos del bien común.

La Misión

También muchos lo acusaron de Papa “Comunista”, y si bien prestaban algunas acciones para considerarlo así, el hecho es que no lo era, menos siendo discípulo del papado de San Juan Pablo II, quién dedicó su apostolado a combatir al comunismo en occidente (y salió victorioso).

 Su intención era otra, pero como dije anteriormente, difícil de saberlo explícitamente por ser jesuita. Él además de alborotar la Iglesia en occidente, para que no se estanque y viva el Evangelio en lo cotidiano, buscaba expandirla en oriente, una misión pendiente de su “Compañía de Jesús” hace más de 500 años; Evangelizar la China, es convertir a un octavo del mundo, tierra virgen para la Fe y sus misioneros, que ya lo han intentado en varias oportunidades.

Si analizamos todos sus recorridos, todas sus visitas al extranjero, todas las palabras, discursos, cartas apostólicas y encíclicas, en clave “Evangelizar China”, comprenderemos porqué siempre sus palabras y acciones rosaban lo que muchos considerarían “Comunista”. La China es una cultura milenaria, muy autosuficiente y cerrada, nunca se permitió dar un paso en falso hacia ese camino, por más que tal vez eso implicara un drama para los católicos más conservadores de occidente, sabía que ellos ya estaban en Cristo, y por más que le hicieran la vida imposible a él, confiaba también que su misión era la correcta, y que Dios lo iba a ayudar, ahí su abnegación una vez más demostrada.

Lo cierto es que si bien no ha convertido a la China Comunista, si ha implantado el germen que dará frutos en muchos años, porque como buen jesuita, todo lo pensó para al largo plazo. Su mayor logro en esta misión, fue firmar en el 2018 el “concordato entre el Vaticano y el Partido Comunista Chino”, que a simple vista daría urticaria a cualquiera que lo lea y no sea de izquierda.

En definitiva, ese acuerdo autoriza a la Iglesia Católica a ser una religión libre dentro de la China, con la condición que los obispos designados para ese país estén aprobados por el Partido Comunista Chino; para el resto del mundo, el Papa se reserva absolutamente a quien designar y poner como obispo, pero con China aceptó las condiciones; parecería raro y hasta una asimetría de poder por parte de la política sobre la autonomía de la Fe, pero remarco que su objetivo era a largo plazo, confiando que el Partido Comunista algún día caerá, y la Iglesia Católica (fundada en Cristo) estará estable en esa inmensa cultura. Obra maestra que se verá en varias generaciones futuras, cosas que sólo un obre de Fe inquebrantable puede lograr.

La Abnegación

Hombre de Fe inquebrantable, como pocos en estos tiempos, sabía con certeza que ningún clamor pasaba desapercibido para la misericordia de Dios; y su mayor anhelo era volver a su Argentina querida, volver a caminar sus barrios, celebrar Misa en su parroquia, escuchar a su gente; sabía también que sería una fiesta revolucionaria su visita pastoral al país. Pero todo ese anhelo lo guardó en su corazón para ofrecérselo al Señor y compartir en algo la Cruz con Él, con la Esperanza de compartir también su Gloria.

Aquí muchos especularon con la política, que por ser aquel o este partido que gobernaba, no iba a venir, que cuando cambiara de color político sí lo haría; nada más lejos de la realidad, lo cierto es que pasaron todos los colores políticos por el gobierno nacional, y todos los invitaron, y visitó países limítrofes; pero nunca concretó una visita a su casa, porque era lo que más quería.

Todo ese ofrecimiento en lo oculto, y que nunca iba a hacer público, lo hizo por su apostolado, para que sea fecundo; ofreció nunca más volver en vida a su hogar, para convertir cada hogar en morada de Cristo, tanto en occidente como en oriente, fue un extranjero misionando por doce años. Y el tiempo dará sus frutos.

Y así lo recordaremos al Papa Francisco, el argentino más presente sin volver, porque nunca nos olvidó.K

D.H.

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