

Por: Diego de la Vega
Diego de la Vega comenzó su día con una rutina casi litúrgica. La misa matutina le otorgó un instante de introspección antes de sumergirse en las exigencias de la jornada. Con el eco de las palabras eclesiásticas resonando en su mente, se encaminó al supermercado, luego al quiosco en busca del diario y, finalmente, en su deambular por la ciudad, terminó cruzándose con Fulgencio.
El filósofo barrial, con su mirada escéptica, solía sacudir la modorra intelectual del vecindario. Pero Fulgencio no era solo un observador crítico de la realidad: en su juventud había sido copiloto de autos, viviendo de cerca la velocidad, el riesgo y la adrenalina. Ahora, con sus setenta largos, su temperamento no había menguado; se encontraba indignado con el rumbo de la ciudad que había visto crecer y que ahora percibía estancada. Su determinación por cambiar la realidad se hacía notar en cada palabra.
Diego, en apariencia un ortodoxo cristiano, lector diario de periódicos impresos, se había convertido en un personaje enigmático. Algunos afirmaban que consultaba permanentemente a Fulgencio para nutrirse de su filosofía y luego transformarse en un ágil zorro, defendiendo causas que parecían perdidas de antemano.
Diego de la Vega (DV): Iniciamos una nueva semana de marzo con el Festival Rico en el Empedrado. En el Pago de los Arroyos se percibe un aire enrarecido, como si la ciudad se debatiera entre el entusiasmo y la resignación. Se presenta como un centro de esparcimiento, pero dime, Fulgencio, ¿no crees que esa fachada esconde un conformismo estructural?
Fulgencio (F): Es un espejismo, Diego. San Nicolás tuvo un pasado vibrante, con cines, peñas, espacios donde la cultura no solo se consumía, sino que se gestaba. Ahora, todo eso se ha diluido.
La resignación es peligrosa porque impide la rebeldía. Y sin rebeldía, no hay transformación.
DV: Hablando de transformaciones, en su momento se construyeron infraestructuras imponentes: el estadio, el teatro, el autódromo. Pero el brillo de estas obras se ha visto opacado por escándalos, como el caso SAPEM Descubrí San Nicolás. ¿Cómo ves esta paradoja entre el desarrollo material y la realidad cotidiana del ciudadano común?
F: Es la gran desilusión de las inversiones públicas. Al principio, generan la sensación de progreso. Pero, cuando el dinero desaparece en redes de corrupción y las promesas de empleo no se concretan, la gente siente que fue engañada.
Es un ciclo perverso. El progreso es solo una postal, no una realidad tangible. Mientras tanto, los jóvenes caen en trampas como los trading financieros o las apuestas en línea. Buscan salidas que solo los hunden más en la precariedad.
DV: Sin embargo, en Conesa hubo una reacción distinta. La comunidad logró recuperar servicios esenciales como emergencias, pediatría y medicina general.
¿Esto nos habla de un germen de resistencia ciudadana?
F: Absolutamente. Cuando el pueblo se organiza, puede revertir injusticias.
Recuperar esos servicios es un acto de dignidad, una demostración de que la política no es solo un asunto de oficinas y discursos, sino de acción concreta. Es la prueba de que la voluntad popular puede vencer a la desidia institucional.
DV: Hablando de desidia, hay un actor que juega un rol clave: los medios de comunicación. Algunos han optado por el silencio cómplice en lugar de la denuncia.
¿Cómo afecta esta relación entre prensa y poder a la percepción ciudadana?
F: El silencio es una forma de censura. Cuando los medios responden a intereses políticos o económicos, la información deja de ser un derecho y se convierte en una mercancía.
La ciudadanía pierde la posibilidad de formarse un juicio crítico porque la verdad está filtrada. Es urgente que los medios recuperen su función de contrapoder.
DV: En este contexto, recuerdo una frase de Winston Churchill: "Un hombre hace lo que debe, a pesar de las consecuencias personales, a pesar de los obstáculos, peligros y presiones, y eso es la base de la moral humana".
¿Cómo interpretas estas palabras en la realidad de San Nicolás?
F: Es un llamado a la integridad. En tiempos donde la conveniencia parece dictar el comportamiento de los dirigentes, la ética individual es un acto de resistencia.
Si la política se basara en principios y no en intereses, el destino de esta ciudad sería otro.
DV: Para cerrar, ¿qué mensaje le darías a quienes leen esta entrevista?
F: Que el destino de San Nicolás no está sellado. El conformismo es el mayor enemigo. Pero el cambio es posible si la ciudadanía toma el rol que le corresponde.
No basta con indignarse en la mesa del domingo. Hay que actuar, exigir y comprometerse. La gestión de los Passaglia, con sus virtudes y defectos, está agotada. Debe venir un nuevo intendente con sentido social para permitir el verdadero progreso soñado por los jóvenes.
DV: Gracias, Fulgencio. Ojalá esta charla sirva para avivar esa chispa de reflexión y acción que tanta falta hace.
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