

El indec no mide adecuadamente porque no tiene en cuenta algunos valores que el gobierno no quiere que se tengan en cuenta porque echaría por tierra todos sus falaces argumentos.
Los recientes datos del INDEC sobre las ventas en supermercado, reflejan una caída interanual acumulada de 11,9% a noviembre de 2024, han reavivado el debate sobre el comportamiento del consumo en relación con el poder adquisitivo de los argentinos. Mientras el Gobierno asegura que los salarios registrados del sector privado han logrado una recuperación desde finales de 2023, los números de consumo en productos básicos de la canasta alimentaria, como carne, leche y yerba, sugieren lo contrario.
El comportamiento del consumo frente al poder adquisitivo
El debate surge a raíz de la notable desconexión entre el aumento nominal de los salarios y el comportamiento del consumo. Según un análisis realizado por el Centro de Economía Política Argentina (CEPA), el comportamiento de las ventas de supermercados debería estar correlacionado con los aumentos de los salarios reales, como ha sucedido históricamente. Sin embargo, a partir de diciembre de 2023, las cifras indican una fuerte desaceleración del consumo en comparación con los incrementos salariales.
El estudio de CEPA muestra que, entre enero de 2017 y noviembre de 2023, existía una correlación positiva entre el salario real registrado y las ventas de supermercados, con un coeficiente de 0,838. Esto significa que cuando los salarios aumentaban, el consumo en supermercados también lo hacía. Sin embargo, entre diciembre de 2023 y noviembre de 2024, esta relación se desplomó, pasando a ser prácticamente inexistente, con un coeficiente de solo -0,05. Es decir, a pesar de los aumentos salariales, las ventas en supermercados no han acompañado.
La razón detrás de esta desconexión tiene que ver con la metodología de medición de la inflación del INDEC. El gobierno ha sostenido que los salarios reales han recuperado terreno, pero al deflactar los salarios utilizando el Índice de Precios al Consumidor (IPC) calculado por el INDEC, se observa que la medición oficial no refleja adecuadamente los consumos actuales de los hogares argentinos.
Según el informe, la medición de inflación del INDEC no compara y por el contrario, subpondera el peso de servicios como luz, gas y transporte, lo que genera una distorsión en la medición del poder adquisitivo real. Por ejemplo, el rubro de alimentos y bebidas ha visto un incremento del 3,8% en su ponderación entre diciembre de 2016 y noviembre de 2023, mientras que los servicios públicos han experimentado aumentos significativos en los últimos meses. Esto, sostiene CEPA, genera una distorsión en el cálculo de la inflación y, por ende, en la evaluación de la recuperación salarial.
Uno de los puntos centrales del análisis es la cuestión de los "ponderadores", un concepto clave en el cálculo del IPC. Los ponderadores indican el peso relativo de los distintos productos y servicios en el gasto total de los hogares, y es a partir de ellos que se construye la canasta de consumo utilizada para calcular la inflación. Sin embargo, el INDEC sigue utilizando ponderadores de 2016, que no reflejan adecuadamente el cambio en los hábitos de consumo de los argentinos.
El informe destaca que, aunque los ponderadores han sido actualizados por precios en varias ocasiones, las modificaciones no han sido suficientes para reflejar los cambios más recientes en los patrones de consumo. Por ejemplo, el aumento de los costos de servicios como electricidad, gas y transporte no está correctamente reflejado en la medición, lo que impacta en la cifra de inflación y en el cálculo de los salarios reales.
Para corregir esta distorsión, el CEPA propone utilizar los ponderadores actualizados con la Encuesta Nacional de Gasto de los Hogares (ENGHo) de 2017/2018. Esta actualización, que refleja de manera más precisa los hábitos de consumo de los hogares, podría mejorar la medición de la inflación y permitir una evaluación más realista del poder adquisitivo de los salarios.
Según los datos de la ENGHo 2017/2018, ha habido un aumento en el porcentaje de gasto destinado a servicios como agua, electricidad y gas, y un crecimiento en el rubro de transporte. Por otro lado, la ponderación de los alimentos ha disminuido, lo que refleja un cambio en los patrones de consumo de los hogares. Si estos ponderadores se aplicaran, los datos de inflación serían considerablemente más altos, lo que explicaría mejor la desaceleración del consumo y la pérdida del poder adquisitivo de los salarios reales.
Los resultados de este análisis también son reveladores respecto al impacto de esta distorsión en el consumo de productos básicos. Según los datos, las ventas de productos lácteos han caído un 6,9% en noviembre de 2024 en comparación con el mismo mes del año anterior, y el consumo de carne vacuna ha registrado la peor caída de los últimos 26 años, con una reducción del 9% en 2024. Incluso la yerba mate, un producto emblemático de la canasta argentina, ha visto una caída del 15,1% en noviembre de 2024.
Esto subraya cómo, a pesar de que los salarios puedan haber tenido un pequeño aumento nominal, la capacidad de compra de los argentinos se ha visto fuertemente afectada por los aumentos de precios de los servicios y otros rubros esenciales, como el transporte.
En resumen, la divergencia entre el comportamiento de los salarios y las ventas de supermercados no puede explicarse únicamente por un supuesto “desajuste en el consumo”. La causa subyacente parece estar en la manera en que se mide la inflación y en los ponderadores utilizados para calcularla.
Sin dudas, más allá de la retórica de los datos, hay una dimensión política considerable que no puede soslayarse, ya que las diferencias en la medición de la inflación pueden afectar la percepción del poder adquisitivo y las políticas económicas del gobierno.
De continuar así, el "aumento salarial" anunciado por el Gobierno se convierte en lo que es, una falacia, un engaño que deja a una gran parte de la población con menos capacidad de compra.
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