Política | 4 ago 2024
Si las dejan parir
Utopías y Rizomas. Lealtades y traiciones
“Ay Utopía, cabalgadura, que nos vuelve gigantes en miniatura” Joan Manuel Serrat
Por Belén Mozzicafredo
Escribo esta columna en viaje a Santa Fe, la ciudad de la constitución del 1853, una provincia mezclada de socialismo y radicalismo peronizado. Voy mirando el camino y recordando el discurso de Cristina: La política y mujer contemporánea más importante de la región, y mi líder indiscutible, pidiéndole por favor al gobierno de Venezuela, por la memoria de sus próceres, que muestren las actas, así gana la democracia. Me dio nostalgia del país que tuve la suerte de vivir, ahora que la veo en México, reflejada en la flamante Claudia y me alegro de ese pueblo y de ese país que tanto amo, por familia y por paisaje. Ojalá más al norte, también nos den una ventaja y por primera vez podamos ver a una Kamala, que tanta falta les hacen las mujeres a esas tierras en pie de guerra. Para ser un mundo de rizomas, de sur a norte subirán estos tallitos como utopía si la dejan parir.
Que gane la democracia. Ese ha sido el objetivo desde que la crearon los griegos hace más de 2500 años, sin embargo, siglo a siglo milenio a milenio cada vez que nos acercamos a la democracia plena nos aplastan con el pie de plomo del neocolonialismo, del neodespotismo, del neofeudalismo, de las neomonarquias. Es infinita la debilidad humana por marcar sus designios y saber qué quiere, es más fácil que te digan que hacer, evidentemente. Porque para tener democracia, es necesario perder los tiempos que demoran los consensos, perderse en las discusiones que demoran los acuerdos, poner orejas para escuchar y reflexionar con el otro, tiempo, algo que a este mundo parece siempre faltarle, todos es apurado, todo es para ayer, todo es líquido y se escapa de las manos. No nos dejan ni pensar. Han conseguido crear al humano capitalista perfecto, ya no se necesitan dictaduras, ni cárceles, ni nada. A penas tenemos el ánimo para trabajar y consumir, reproducirnos en seres que sigan consumiendo y morir, sin deseos.
Difícil momento para hacer política, para tomar decisiones, para invertir, para formar una familia, para tener hijos, para cambiar de trabajo, para elegir una carrera. Todo está convulsionado, todo es veloz, caótico, confuso. Por eso, en estos momentos en que cualquier colectivo nos deja bien, lo mejor que podemos hacer es sentarnos en la parada, y pensar, pensar realmente si queremos movernos, y hacia dónde. Mi querido Deleuze decía que el deseo es lo más difícil de conseguir. En sus palabras “Desear es lo difícil, conseguirlo es fácil”. Porque no deseamos por nosotros mismos, nuestros deseos son puramente síntomas de la sociedad que nos estructura, nos define con sus habitus, nos marca lo que debemos ser y pensar y decir. No se puede desear si no dejamos que sea nuestro propio devenir el que nos mueva. Y si no nos movemos con la naturaleza y con nuestra esencia, somos movidos, hablados, pensados, deseados por una sociedad que todo el tiempo marca un ritmo loco.
Cristina hablo de utopías, que lejos estamos hoy de eso que nos lleva a saber que desear y nos impulsa a caminar hacia su logro. Más bien estamos en una distopia, la misma que describió Ray Bradbury, o estamos viviendo en un episodio de Black Mirror que es copia fiel de lo escrito en Fahrenheit 451. Bradbury muestra el odio visceral al pasado, algo así como la “diputada libertaria” que explico que, para ella, la vida comienza cuando se nace, por eso no tenía obligación de saber quién fue Astiz. Pasando horas delante de una pantalla pared, celular pared, monitor pared, ya no hace falta ni siquiera el poder judicial del que hablaba ayer Cristina. Ya estamos totalmente dominados, por la liquidez de estas pantallas que nos mantienen aislados de la vida misma, del encuentro, del intercambio sensible de las palabras que trasformamos en modos de comunicación. De todo lo escrito y por escribirse.
¿Quién lee hoy? ¿Cuantos leerán esta columna? ¿Quién atiende los mensajes en un grupo de watshapp? Cuanta gente que nos presta la cara, y no está realmente presente. La presencia completa, todo lo que somos y fuimos, eso nos falta, y el saber que desear, para ir a una utopía.
Derridá hablaba del Diferimiento, cuando explicaba que uno escribe para el futuro, y se transforma en pasado. Que no existe nada más maravilloso que la creación de la escritura, y que, además, cada lectura reescribe sin duda cualquier texto. No existe nada original, ya que aquello que se escribió se diferencia de lo que se leerá, por la cabeza y las dimensiones de quien lee.
La melodía que imaginó Mozart será reinterpretada hasta el infinito cada vez en forma diferente, perdiéndose el original. Así y todo, que después de 2500 años una persona ínfima como yo pueda tomar un libro cualquiera y leer lo que le paso por su cabeza a otra persona, o deleitarse con una obra de teatro, o escuchar un consejo con tono y melodía, es algo que la sencillez de nuestra corta vida no deja de maravillarme.
No somos hormigas, somos personas, en redes de conexión generación tras generación por la escritura y la lectura, por ese diferimiento, que nada tiene que ver con el ahorro del capitalismo para dilatar el placer del goce, sino con la diferencia fundamental de que no pasemos de largo por la vida, y dejemos una huella, y que esas huellas en la repetición crean un sonido único, como cuando cae agua, y mil gotas a destiempo se escuchan como lluvia. No somos hormigas, pero a veces las envidio.
Diferencia y Repetición. Lealtades y traiciones Utopías y Distopias. Esto se me ocurrió escribir hoy mientras miro por la ventana del auto campos sembrados y villas miserias faltas de todo, incluso de esperanzas colectivas. Y cuando ustedes me lean, seguramente lo que escribí ya no será lo mismo, será transformado por sus experiencias, todas ellas políticas, por la comida que tuvieron en sus mesas, y las charlas que compartieron, y los errores y aciertos individuales y colectivos, y las cosas que desean, que desean con su corazón y no con lo que impone el afuera. Desear es lo más difícil, tenía razón Deleuze. Y sin deseos genuinos no hay utopías, ni rizomas.
“Ay Utopía
incorregible
que no tiene bastante con lo posible
Ay Ay Utopía
que levanta huracanes
de rebeldía”
Joan Manuel Serrat
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