Columnistas | 28 jul 2024
Historia argentina
El amor SÍ vence al odio
“Nunca la oligarquía fue hostil con nadie que pudiera serle útil” Evita
Por Belén Mozzicafredo
Quería escribir esta columna después de escuchar el “discurso”, del presidente en la Rural de este domingo. Juro que estas palabras no sale de ningún libro que haya leído, la verdad es que tengo suficiente testimonio en mi vida para poder rebatir cada frase mal armada y mal leída, aunque seguramente mechare alguna novela de no ficción, porque la historia, en esto, salvo el revisionismo no me va a ayudar mucho. Pero, palabra más, palabra menos, reivindicó el proyecto agroexportador y denigro la industria, y después un montón de bla bla bla todo mezclado, confuso, intrincado, la biblia contra el calefón.
Argentina es el único país del mundo en el que un empresario que tiene una industria, un comercio, invierte sus ganancias para comprarse un campo. Eso sí es muy raro, diría cualquier economista liberal internacional, ya sabemos que el campo es mucho menos rentable, en cualquier parte del mundo, por eso no entendemos que lloren miseria después. Pero aquí las cosas son al revés. ¿Y saben por qué lectores? porque estamos colonizados por esa oligarquía que nos vendieron de que lo que vale es tener mucho campo, y mucha bosta si se pueden reproducir vaquitas.
Pero la verdad es que cuando este país se hizo grande, se hizo nación, y corrieron y asesinaron a los pueblos originarios, que eran los dueños ancestrales de esta tierra, no paso como en EEUU. A Sarmiento lo engañaron, vinieron los inmigrantes, y no les dieron más que un pedazo de loteo en las colonias Entrerrianas, Santafesinas y Cordobesas, y a los que vinieron unos pocos años después solo les dejaron los conventillos con piojos de las ciudades, porque ni a las colonias los dejaron llegar. Se lo quedó toda la oligarquía terrateniente que volví a ver hoy en la rural. ¡Chinguenguencha!
En la época de ese proyecto ESTRELLA para nuestro presidente, los pobres bajaban la cabeza y laburaban de sol a sol, sin derechos por los que pelearon los socialistas que tanto denigra, y después el peronismo que tanto denosta. Muy poquitos se llenaban los bolsillos de plata, en esa época se decía “tirar manteca al techo” porque en realidad lo hacían en los transatlánticos con los que iban a vacacionar tres meses a Europa, con la vaca atada para la leche de los críos y todo.
Acá nomas, en esta ciudad de San Nicolás, ese odio de la gente rica, lo sentí de chica. Tenía una profesora de historia, que era abogada, pero no ejercía, que sin ningún tapujo nos decía que esta ciudad se había “podrido” cuando Perón hizo SOMISA (aun errando, porque Perón solo la proyectó, y la construyó años después Frondisi) se le salía la lengua de víbora a esta profesora ante mis ojos abiertos de 13 años, y continuaba, impune su relato, con que los peones se habían ido a trabajar a la fábrica, y les dieron casa, y se hicieron un asado con el parquet de roble de eslavonia que les puso la Evita…” Así lo decía, mezclando todos, delante de treinta pibes cuyos padres trabajaban en esa Fábrica. Esa profesora tenía una casa muy colonial por calle Maipú, antes de llegar a Garibaldi, todavía está en pie la casa, cuando paso por ahí me cuerdo de cada palabra y de su lengua sin censura. También me acuerdo de las casas que visite con ese parquet lustrado hasta el efecto espejo, y los patines tejidos de lana que nos hacían usar para no rayarlo. Estoy segura que nunca se vendieron tantas lustradoras como después de la construcción de esos chalecitos.
El amor si vence al odio, y soy la prueba de eso, ¿saben por qué lectores? porque a pesar de haber estudiado en dictadura, y en la peor decadencia de los 90, aun así, la historia, el amor por el pueblo, los derechos conquistados, la grandeza de nuestra patria llego a mí, nadie la pudo frenar. Cuando conocí a la familia de mi esposo, vi en la mirada de mi suegro, con sus ojos claros de vasco bonachón que le caía una lagrima contándome que Evita lo había tenido upa, que le había dado una máquina de coser a la vieja, también una vasca que llegué a conocer y a la que se le filtraba por esa mirada, celeste también, haber sido tocada por el estado de bienestar en aquellos campos pelados como los de San Justo hace 70 años atrás.
Me acuerdo a mi abuelo paterno, camionero, al que nunca le pregunte que pensaba políticamente, y si era peronista, porque murió en un accidente cuando yo tenía cuatro años, pero si supe por mi papa, muchos años después, que estaba feliz por haber podido comprarse el chalecito californiano diseñado por Evita, y le enseño a mi tía a manejar, para que pueda ir a trabajar en su autito como administrativa en la junta nacional de granos que se creó en esa época.
“Época” en que todas estas conquistas del campo nacional y popular estaban sucediendo y nadie les preguntaba que pensaban ni de qué partido político eran, todos y todas podían acceder sin otro requisito que el de necesitarlo. El peronismo y el anti peronismo se inventó después. Por eso tengo tantas historias cercanas para contar.
También me contará mi bisabuelo materno, socialista a ultranza, que fue preso dos días por no querer ponerse el brazalete negro, cuando murió Evita, sin embargo, lo que hizo Evita por su familia trascendió esa rebeldía de la que seguramente más adelante reflexionó o no, ya no importa, el viejo no pudo ver en su Santa Fe querido a un socialista gobernar, y cuando gano Binner me puse contenta pensando en él, nada más.
Este país se hizo grande por tantos eventos, quizás concatenados, quizás aislados, lo que no se puede negar es que la historia no podemos recortarla en un dia de nuestras vidas nada más, o en una sola persona, como hace este presidente, hijo de un colectivero que le enseño bastante mal lo que es la solidaridad.
Nací en la Maternidad Martín de Rosario, rodeada del amor de las compañeras de trabajo de mi mama, una mujer que siempre me enseño haciendo. Yo la veía a mi mama yendo a trabajar, o volviendo de su trabajo. Nunca la oí quejarse, quizás se quejaba más mi viejo con el que discutía porque no quería que trabaje, en eso mi viejo no salio a mi abuelo, y no entendía que las mujeres necesitamos ser para dar. Esa maternidad fue el lugar más amoroso en que pude venir al mundo, casi muero, cuentan que a mi viejo se le aflojaron las piernas cuando vio al médico pasar con mi cuerpito azul de ochomesina con doble circular de cordón. Me salvé porque había buenos profesionales, todos de la universidad pública seguramente, como se salvó mi hijo que también nació en un hospital tan chiquito. En mis 50 años no he pisado, aun, una clínica privada, parece que cada vez que me pasó algo fue el hospital público el que me salvo. Es como si el estado siempre hubiese estado diciéndome te salvo, para que vos me salves.
Perdón, esta columna tan autorreferencial, necesitaba hablar desde el jueves de Evita y no pude, entonces ahora las voy a escribir. Quiero contar a Eva de boca de que los que vivieron esa época, y no de los libros que también leí. Me toca de cerca la Fundación Eva Perón y su Escuela de Enfermería porque antes de Eva no existía la “profesionalización” de la enfermería. Los proyectos que tenía y como destruyeron todo en el ´55, personas con el mismo pensamiento nefasto de las que hoy quieren destruir el Estado que tanto necesitamos, uno a uno sentados como herederos en la Rural de hoy, con su banderita de plástico, faltó leer en algún cartel “somos derechos y humanos”, y yo saldría a repudiar la frase sin duda.
No voy a escribir el apellido de mi mama, pero en todo San Nicolás no hay un enfermero o enfermera que no la recuerde con cariño, porque ella dejó siempre todo por enseñar la profesión tan hermosa que siempre eligió. Para mí, hablar con mi mama es como haber conocido a Eva, y mi mama es socialista como su abuelo, pero ama a Eva y a Cristina. Me imagino que cuando Evita creó la Escuela de Enfermería de la Fundación Eva Perón habrá pensado en miles de Gracielas independizándose, haciendo por sus conciudadanos lo que nadie puede hacer, servicio puro, pero profesional, con sueldos dignos. Esas enfermeras y socorristas, hasta paracaidistas había, fueron luego a ayudar a varios países limítrofes en catástrofes de aquella época. Incluso fueron las que salieron a socorrer en la plaza de mayo aquel 16 de junio de 1955 cuando un ejercicito genocida bombardeo a su propio pueblo.
El 26 de julio se cumplieron 72 años de que Evita paso a la inmortalidad, me acuerdo el año porque lo llevo contando con los años de mi mama, amorosa Licenciada en enfermería de la U.N.R. A mi papa lo conoció trabajando, porque él había tenido un accidente en auto con unos amigos y pasó seis meses postrado por una fractura expuesta. Así el destino hizo que yo esté hoy escribiendo esta columna, que mi viejo, un contador idealista absoluto y honesto, que estudio porque Perón desarancelo las universidades y Balbín fue un gran presidente, que se vino a San Nicolás porque acá, en el laburo en Somisa, le daban una casa para vivir con su familia, sin dobleces ideológicos, ni prejuicios más allá de los de los hombres de su generación, y mi mama, una mujer independiente, profesional y comprometida con el prójimo, que ni bien pudo se puso a trabajar, primero ad honorem, dando clases en la Cruz Roja filial San Nicolás. No podía salir nada malo de esa unión, quizás un poco rebelde, quizás más inquieta que el resto. Volví a hablar de mí, necesito hablar de Eva y quién es para mí. Y por eso quizás necesito decirles quien soy, por ella, aunque exista tanta distancia en el medio.
“Ha llegado la hora de la mujer que piensa, juzga, rechaza o acepta, y ha muerto la hora de la mujer que asiste, atada e impotente, a la caprichosa elaboración política de los destinos de su país”.
Evita
He leído mucho sobre Eva, mi escritora preferida es Aurora Venturini, una exiliada después de la masacre del ´55. Me encontré con Aurora muy grande en mi vida, no porque no la haya podido leer antes, sino porque en este país fue silenciada muchos años. Pero ni bien la leí conecte con su personalidad, sus historias, su forma de escribir. Si alguien me definió como lectoescritora fue Aurora Venturini con sus libros, todos, su escritura es un grito, un pedido de justicia. Se notan las venas y la sangre de Evita en algunas líneas de sus párrafos. Ellas fueron amigas, al igual que Discepolo, que es el flaco que más quiero en el tango. Cuántas personas buenas y artistas importantes, enterrados por años, ninguneados. Me da pena a veces eso, el ninguneo, pero estoy feliz de haberme encontrado con ellos, más allá de su muerte, más allá de sus tristezas.
Evita escribió un libro “La razón de mi vida”, pero dio muchos discursos, si te pones a leerlos, todos eran para trabajadoras y trabajadores, en sindicatos, al pueblo laburante, en las fábricas les hablaba, que funcionaban a pleno en la época de Perón, más bien se pusieron de pie en esa época, les hablaba a las mujeres que les dio el voto femenino cuando pudo, porque ella podría no haber podido, lo decía siempre, “Me bastaba simplemente cumplir mi función de esposa del presidente”, pero ella nunca se iba a quedar en ese rol. Ella hizo. Y como dice Aurora en su libro, “Eva, Alfa y Omega” algo de Perón murió, aquel 26 de julio de 1952. Ningún peronista me podrá negar que el general se empezó a caer, que nunca pudo recuperar su Norte. ¿Quién podría?, si tuviera una amiga como Eva y la perdiera, no sé por dónde andaría llorando, pero no estaría escribiendo estas columnas.
Una mujer sencilla, del pueblo, que hizo tanto, ¡que tenía carácter tenia! ¡Y claro que tenía!, no se podía hacer lo que hizo ella calladita la boca. Ahora viendo los ridículos con tres postgrados faltos de corazón que la critican entiendo tantas cosas.
¡Quizás ustedes no compartan mi amor lector!, a Eva la quiero como quiero a Sócrates, y a Confucio, y a Jesús, y a Rosa Luxemburgo, y a San Martin y a Belgrano, y a Juana, de Arco y la Azurduy, y a Venturini, y a Derrida, y a Deleuze y a Freire, a mi abuelas y abuelos, a mis tías, a mis viejos. Enteros y enteras como seres humanos, con sus luces y sus sombras. La quiero porque fue buena, y le perdono cualquier cosa que ustedes le quieran indilgar, porque a mí también pueden endilgarme lo que quieran, a cualquiera, y a Cristina, y a Alfonsín. Pero la gente buena es buena, y punto. Y se equivoca a veces porque hace.
“No sé en dónde he leído alguna vez que, en este mundo nuestro, el gran ausente es el amor. Yo, aunque sea un poco de plagio, diré más bien que el mundo actual padece de una gran ausencia: la de la mujer. Todo, absolutamente todo en este mundo contemporáneo, ha sido hecho según la medida del hombre”
Evita
Todas las semanas cuando voy al bloque en el H.C.D. de San Nicolás, entro y la veo, en su busto de yeso color bronce que no se quien donó, pero le doy un beso y le hablo, y le digo, “¿qué hacemos hoy rubia?”, y no tengo ni una décima del presupuesto que manejaba ella, y no tengo ni una décima de su amor por el prójimo y sus descamisados, y no tengo una décima de su grandeza y entrega… pero en serio le pregunto, y les juro que ella me responde “flaquita, hace lo que puedas, lo que puedas, sirve todo, pero no te olvides de mí pueblo”.
Sé que son otros tiempos, qué pensaría ahora de tantas cosas, cómo resolvería tantos problemas. Seguramente si ella viviera no habría comedores, y los niños y niñas de nuestro país comerían en sus casas calentita, en una mesa con sus padres laburantes, y hablarían de la escuela y de irse de vacaciones, como a veces pienso que pasa en las familias de clase media del primer mundo. Y me cae un lagrima porque argentina tuvo clase media casi antes de que la tuviera Dinamarca, eso son verdades que están ahí, la evidencia no se puede ocultar diría Mordisquito. Ella inventó Disneylandia para los pibes argentinos antes que Disney para los yanquis. Acá teníamos el mejor equipo de básquet del mundo antes que los yanquis tuvieran a los Harlem Globetrotters y se creyeran amos y señores de ese deporte.
Si alguien hizo fue Eva, junto a su esposo, el presidente Perón. No existen el uno sin el otro para mí. Entre los dos levantaron la Fundación, aunque el corazón se lo dejo ella, pensando en que la salud y la educación están primero. Formaba enfermeras y enfermeros, construyo escuelas y policlínicos, asilos transitorios para los sin techo, se ocupó de la vejez y de las niñeces, y de los laburantes, y de los enfermos, fabrico remedios, y de los que tuvieron poliomielitis, que la mayoría se moría, pero ella compro los pulmotores, y las vacunas, y las maestras, y las universidades para los obreros, y las escuelas técnicas porque pensaban que Argentina tendría mil fabricas como SOMISA y siempre apoyando a su general, siempre poniéndolo a él por delante, como bandera, respetuosa de su lugar, sin hacerle sombra. ¡Pero cuán grande fue, tan grande, que una vez que no la tuvimos más ni el general pudo seguir!, en tres años lo derrocaron, bombardearon la plaza, destruyeron todo, por envidia, por bronca, por odio. Ella vio lo que podía hacer, y no descanso un dia. ¡¡¡Es que lectores a las personas para conocerlas hay que darles poder!!!
No sé qué hay más allá de la muerte. Solo se lo que hay aquí, y lo que dejaron escrito y plasmado los que pasaron como mortales por esta tierra. No son todos, ni todas, iguales. Hay grandezas que no pueden ocultarse. Un poco de esto me hubiera gustado decir el jueves pasado, no importa, lo escribo ahora, lo tengo en mi pensamiento, en ese inconsciente colectivo que seguramente se conecta de algún modo con algo de ella, como ella conecta con nosotros. En el ADN de lo que somos como argentinas y argentinos, de lo que soy gracias a lo que fueron mis padres, gracias a lo que hicieron otros, para que ellos puedan ser y llegue a mí y yo se lo enseñe a mi hijo como el mayor de los tesoros.
El amor SÍ vence al odio.
“Todos llevamos en la sangre la semilla del egoísmo que nos puede hacer enemigos del pueblo y de su causa. Es necesario aplastarla donde quiera que brote si queremos que alguna vez el mundo alcance el mediodía brillante de los pueblos”
Evita
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