jueves 30 de octubre de 2025 - Edición Nº2521

Política | 29 oct 2025

Hacia una estética sociopolítica

El sello de la Libertad en San Nicolás se llama Federico Chouhy

En San Nicolás, ganó la Libertad Avanza, y la familia Passaglia simbolizó la gran apuesta política del fracaso. Ellos no ganaron en San Nicolás.


 El olfato político perdido

Hechos fiscalizó en San Nicolás a Provincias Unidas, o “Provincias Hundidas”, como se escucha decir entre quienes celebran su estrepitoso fracaso y una predicción que resultó más política que real. Randazzo, con su propio traspié, apostó a revitalizar la figura de Hechos en la ciudad. Algunos sostienen —en voz baja— que acaso la familia en el poder le debía ciertos favores o, al menos, algunos “mangos” pendientes.

Colgate Manuel, colgate, dicen los que conocen la interna

Ismael y Manuel, hoy dedicados a elogiar al oficialismo triunfante, encarnan aquello que en la jerga popular se llama “la sábana corta”: nunca alcanza para cubrir todo. Les gusta codearse con los ganadores, aunque la memoria colectiva sigue intacta. No hace tanto, despreciaban a Ritondo hasta que se volvieron amigos; lo mismo sucedió con Santilli, a quien le dieron la espalda cuando apareció en escena “La Piba”, la misma que humilló públicamente a Don Ismael cuando aterrizó en helicóptero en La Emilia inundada. Preguntó por él, y le respondieron que no podía atenderla porque dormía la siesta. Y tuvo razón en enojarse: en medio de una escena desgarradora, el hombre dormía.

 

Aquella anécdota, que aún circula en los pasillos, explica por qué Ismael jamás perdonó a Patricia y nunca vio con buenos ojos el coqueteo de Manuel con Bullrich. Pero, fiel a su costumbre, se colgó de Patricia hasta que ella se negó a concederle pedidos desmedidos. Entonces Manuel la abandonó y volvió a andar solo. A esta altura, todos saben que sus votos son cada vez menos.

La suerte estaba echada. Casi como en un poema del terror mal narrado, el resultado fue desastroso para los dueños de San Nicolás. Hoy buscan reacomodarse: algunos intentan acercarse al oficialismo de la LLA, otros piensan en volver al peronismo de la mano de Lisandro Bonelli.

El gran ganador, sin dudas, fue Federico Chouhy, quien demostró ser el único capaz de interpretar la realidad nicoleña con lucidez y precisión. Su lectura política —inteligente y realista— descolocó a más de uno en esta ciudad de la Virgen y del Acero, como solía decir Carnevale. Manuel, en cambio, atraviesa su decadencia política. Sin discurso ni carisma, terminó felicitando al mismo oficialismo que antes denigraba, y no tardó en caer en desgracia, aunque aún conserve su banca de diputado… por ahora. Porque todos saben que sin billetera no hay militancia, y que el dinero, a veces, no alcanza para suplir la falta de talento. La familia Passaglia, desde Hechos, apoyó a los gobernadores de Provincias Unidas —especialmente a Pullaro— para seguir bajo su protección y evitar que alguien destape el celular del exjuez Bailaque (hoy con prisión domiciliaria). La causa por lavado de dinero, coimas y avisos de allanamientos aún podría volver a escena. No es el objeto de esta nota, pero el tema sigue latente.

El olfato y la política Volvamos al punto central: el olfato perdido. En política, el olfato siempre ha sido una virtud intangible, una mezcla de intuición y sensibilidad social. Perderlo implica perder el rumbo. Quienes alguna vez lo tuvieron —como Ismael— hoy parecen desconectados de la realidad. El olfato político, en su sentido más profundo, refleja la capacidad de anticipar los movimientos del poder. Ismael supo hacerlo desde sus tiempos como ministro de Salud de Felipe Solá, pero quedó con la espina de no haber llegado al ministerio nacional. Comprendió como pocos el mecanismo de la política, pero la decadencia lo alcanzó. Hoy su olfato se esfumó junto con sus sueños de poder y fortuna.

El filósofo Simmel decía que “la cuestión social no es solo ética, sino también una cuestión del olfato”. Esa frase parece escrita para San Nicolás. Porque aquí, donde el olfato político marcaba jerarquías y alianzas, algunos lo han perdido definitivamente, mientras otros —como Chouhy— lo encarnan con naturalidad. Chouhy representa esa sensibilidad política que hoy escasea. Su lectura del presente, más ética y estética, ha logrado conectar con el sentimiento nicoleño. Mientras la familia Passaglia y Cecilia Comerio encarnan la política del privilegio y la exclusión, Chouhy se instaló como el rostro de una nueva forma de entender la representación: cercana, moderna y sin dobleces. Un nuevo rumbo.

Los Passaglia quedaron expuestos al fiscalizar a Provincias Unidas, intentando buscar un futuro refugio político. El resultado fue un papelón: quedaron mal parados y perdieron incluso la compostura del viejo poder local. La direccionalidad de los resultados electorales no fue casual. Refleja la lectura certera de quien comprendió qué necesitaban realmente los nicoleños. Esa comprensión —ética y estética— se transformó en identidad. Hoy el nombre que resuena en las calles es Federico Chouhy. El hombre que, según muchos, nunca perdió el olfato político ni la capacidad de representar a su comunidad. El que supo unir el sentido común con la sensibilidad social, y que quizás —solo quizás— encarne el futuro político de San Nicolás.

Inevitablemente el poder político inherente al sentido del olfato alcanza para percibir la política en el ámbito de lo público y esta es la mirada que se esperta, para la ciudad. 

El dueño de entender las actitudes políticas del momento, acaso, como nos gusta decir, nos permite pensar  que se trata de Chouhy que ha forjado un hermoso vínculo entre la realidad política y el sentido del olfato político. Claro está, de él y los suyos, los de al lado, los que siempre están, los que no abandonan, los fieles, los amigos, los vecinos, la comunidad, aquellos otros que somos nosotros.

 

 

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