

Por: Belén Mozzicafredo
“Tu risa me hace libre, me pone alas.
Soledades me quita, cárcel me arranca.
Boca que vuela, corazón que en tus labios relampaguea.”
Miguel Hernández
De todos mis poemas preferidos de Miguel, jamás pensé que usaría éste para un epígrafe en una columna política, y sin embargo, acá estoy tecleándolo, contenta pero triste, calmada pero en llamas, acompañada pero sola, exacta pero dudando, con ojos vidriosos desde hace varios días. Cansancio les digo, tristeza me ven. El espejo del alma no miente.
Todo está cumplido. Lo dijeron, lo pidieron, lo escribieron. Entonces solo resta acompañarla, no nos pueden robar, también, eso. Y entiendo que no disfrutes, vos, compañerito de aula, vos, que mirabas para otro lado cuando pasaba la injusticia, vos, que no entendiste nada aunque ibas a misa cada domingo, y le pedias a un dios que no escuchabas, vos, que inventaste la palabra bullying y hater hace más de 30 años atrás.
¡Es que la historia no puede taparse con un dedo! como no pueden taparse las privatizaciones de los noventa, ni las AFJP, ni los indultos a genocidas, ni los bebes que aún no tienen identidad, ni el hambre del pueblo. No puede taparse el designo de grandeza de las personas, porque cuando nacen para algo grande no hay pobreza que los pare, ni de dinero, ni de voluntad. Esta generación, la que hoy sale por CFK a acompañar a la calle, fue humillada por el capitalismo y el individualismo más feroz, le dijeron ñoqui, grasa, planero, vago. Pasaron años para que venga una mujer, esa mujer, y cure las heridas, por doce años nos puso curitas a todos y todas para que perdonásemos y fuésemos felices, para que disfrutemos lo que pudimos hacer con lo que hicieron de nosotros los gobiernos neoliberales, para que nos volvamos a sentar en la mesa con la gente que no miró, que no quiso ver, y ya no importara. El pueblo cuando es feliz arma una fiesta e invita a todos y todas, ya no hay rencor, no venga nunca, solo hace justicia, si la necesita, y si no, perdona y sigue adelante, vence.
Se preguntará lector, lectora si la que escribe sufrió los 90 viéndola tan bien hablada, tan bien comida y vestida. ¡Es que las patadas en el traste solo nos pueden hacer ir para adelante me dijo mi papá entonces! Seguro lo leyó por ahí, que importa, si la vida es un hipertexto, todo está escrito, nosotros ahora lo resignificamos en este contexto que nos toca. Se los digo despaciosamente lector, lectora: a mí Cristina me curo todas las heridas, me puso un manto de dignidad y de amor, y se me hizo imposible seguir teniendo rencor por nadie, perdoné a quien haya creído me hizo daño y viví los mejores doce años de mi vida. Lo más político que tendré jamás es ser contemporánea de esta compañera, de esta compañeraza, ¡cómo no voy a tener los ojos vidriosos!, ¡cómo no voy a escribir con orgullo!, el que esté libre de pecado que tire la primera piedra versión siglo XXI.
El miércoles por un momento nos olvidamos que estábamos todas y todos presos, caminamos libres por las calles, nos abrazamos con nuestros pares, cantamos y bailamos. Hicimos un carnaval para que nos duela menos la cuaresma y semana santa que se nos viene. ¡Cómo no creer una vez más, yo, que dejé de creer tantas veces, y ahí me puso Dios la evidencia otra vez delante de mis ojos, con gente en mi camino que valió la pena conocer, con experiencias para ser mejor persona, con pruebas para demostrarme fortaleza. Nada de lo que leí jamás me hizo entender la sociedad y la humanidad como éste presente que tenemos hoy en la calle. No hay mejor maestro que la calle, no se equivocan los miles que lo pensaron y escribieron antes, y aquí me podría explayar con mi querido Renè Girard y “Su chivo expiatorio” y poner en esta columna explicaciones filosóficas y políticas de por qué nos pasa lo que nos pasa, una vez más, pero no, prefiero repetirles lo que leí en las paredes el miércoles, lo que vi en los ojos de mis compañeros y compañeras, lo que sentí caminando por una ciudad, por mi país, entre la gente de mi patria.
Ella baila, ellos tiemblan,
unimos las luchas,
por los científicos que volvieron
por los satélites argentinos en el espacio
por las notebooks a los pibes
por tener otra vez ANSeS, YPF, ferrocarriles y Aerolíneas
por las jubilaciones a tanto retirado voluntariamente
por la igualdad y el matrimonio civil en serio
por el fútbol para todos y Paka Paka y canal Encuentro
por las universidades en el conurbano
por los remedios y los viajes de nuestros adultos mayores
por la asignación universal de nuestros pibes
por el desendeudamiento real
por cumplir los compromisos
por miles de pymes para la industria nacional
por la baja de la desocupación
por el salario más alto de Latinoamérica y las paritarias
por el derecho de los adolescentes a estudiar
por cuidarnos en la pandemia
por no arrodillarse ante el poder real
por la soberanía conquistada
Por esto y mucho más que no entra en una columna dominical, no nos han vencido, al pueblo, nunca se lo vence. Étienne de La Boétie, tenía razón, todo lo que vimos esta semana subraya sin excepción que un tirano jamás es amado ni ama él mismo jamás. La amistad es un nombre sagrado, una cosa santa, no se da jamás salvo entre gentes de bien que se estiman mutuamente, no se mantiene tanto por los beneficios como por la buena vida … No puede haber amistad ahí donde hay crueldad, deslealtad e injusticia; y cuando se reúnen los malvados siempre hay complot y no compañía. No se aman, se temen; no son amigos, sino cómplices. Me animo a agregar que para Étienne, también la batalla era cultural, desde hace miles de años, una batalla pacifica que implica simplemente dejar de apoyar a Aquel que no tendría tantos ojos con que espiarnos, si no se los diéramos nosotros, ni tantas manos para golpearnos si no las toma de nosotros, ni pies con que pisotear nuestras ciudades si no son los nuestros. Quítenle el apoyo si quieren ser libres en serio. Ustedes pueden elegir amar en vez de odiar. Búsquense una Cristina y sean felices.
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