miércoles 09 de julio de 2025 - Edición Nº2408

Opinión | 4 jun 2025

Borraron a Noba

Silencio de radio. Atroz silencio de la palabra. Vinieron de afuera a quitarnos la palabra

Aún en el silencio, todavía hay quien escribe. Todavía hay quien recuerda. Y eso, quizás, sea también una forma de resistencia.


Por: Rody Cecchi

Julio Cortázar decía, con esa precisión de bisturí que tenían sus palabras, que hay cosas que sólo deben ser dichas si uno está dispuesto a que lo dicho sea verdad. No una verdad de manual, no la que se recita con cara de póster o se imprime en sellos, sino esa otra, la que duele o ilumina —la que, si no se dice así, mejor no decirla. Por eso escribo esto. Porque si no lo escribo como debe ser, si lo escribo sólo para que parezca, entonces no vale la pena. Nuestra ciudad —San Nicolás— viene siendo, hace un tiempo ya, un sitio donde la información se deshilacha como las viejas cortinas de una casa abandonada. Hay un vaciamiento. Un agujero negro que no traga materia, sino palabras. Se persigue al que piensa, al que pregunta, al que señala el humo antes de que empiece el incendio. Y se nos dan, en cambio, versiones recortadas, arregladas, acomodadas —la realidad al dente.

No hay que ser un especialista en señales para entender lo que hicieron en Radio Noba. Bastó un clic, una eliminación “por motivos internos”, y de golpe ya no hay Instagram, ni Facebook, ni archivo. Como si nunca hubieran existido. Y ahí está el truco: que lo no dicho, lo no visto, lo no registrado, deja de ser. Lo mismo con Canal 2, con Radio San Nicolás, con el viejo y combativo Diario El Norte. Hoy queda una versión que lleva el nombre pero no el alma. Como si a la estatua de un prócer le vaciáramos el bronce y le dejáramos sólo el molde. Y no, no se trata de nostalgia.

Se trata de verdad. De esa que Cortázar pedía para justificar el decir. Hoy los problemas de la ciudad no sólo se tapan: se fabrican otros, más cómodos, con estadísticas de papel y cifras infladas de optimismo. Mientras tanto, los medios que deberían incomodar, preguntar, romper el cascarón del silencio, son domesticados. O eliminados. Y entonces sí, bienvenidos los nuevos dueños de la palabra pública, los herederos del silencio que se disfraza de noticia.

Pero todavía hay quien escribe. Todavía hay quien recuerda. Y eso, quizás, sea también una forma de resistencia.

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