

Por: Belén Mozzicafredo
No vivimos en oriente, lo que sucedió esta semana en San Nicolas no es un silencio para la meditación y la introspección, esto se llama censura. Que sonido intenso es el silencio. El término “silencio de radio” viene de la táctica militar y se utiliza para no entorpecer las indicaciones que siendo necesarias lleguen de arriba abajo con un estricto código de disciplina que evite interferencias.
Nosotros no estamos en guerra, pero evidentemente algunos necesitan este silencio para actuar sin ser interrumpidos, el gobierno Nacional también. Y miren que raro es decirlo así, al revés, cada vez limitan más la libertad de expresión, no solo impidiendo que el pueblo escuche la verdad completa como tanto le gusta decir, sino que sigue reprimiendo a quienes se manifiestan por sus derechos. El gobierno local es pionero, ya lo dijo el intendente en el inicio de sesiones, pionero del váucher y pionero de la privatización del estado, pionero de echar empleados y pionero en la falta de transparencia, casi parece que es el gobierno Nacional que se alineo con San Nicolas, ya cerrando para siempre la transmisión en vivo por YouTube de las sesiones en la casa del pueblo, el Honorable Concejo Nicoleño, cosa que todavía no pudo hacer Milei con Diputados TV, así ese pueblo, que a esa hora debe trabajar va perdiendo el registro incluso de para qué estamos las y los concejales.
Realmente me pregunto lector, lectora, ¿Para qué estamos sentados en esas bancas cada quince días? en un salón vacío de pueblo, vacío de democracia, vacío de honor. Ya lo sé, ustedes me dirán, ¡háganse un partido y ganen las elecciones! Y yo le contestare: nosotros ya las ganamos, hace doce años nosotros las ganamos, y muchos de los que hoy prohíben desde esas mismas bancas las trasmisiones en directo como pasó en el inicio de sesiones del pasado 5 de marzo, y los que no nos pusieron ni un vaso de agua con 35 grados de calor y 40 de térmica las ganaron gracias a nosotros. Y las plazas que se hacen en este bendito suelo, que solo hace plazas, también las hacen con los fondos para arreglar escuelas y mejorar la seguridad que les envía la provincia que ganamos nosotros.
Que trabalenguas este nosotros y ellos, mejor será volverse un poco niñas y recordar lo que diría Carlos Silveyra, en algún Billiken, “Me han dicho que has dicho un dicho, un dicho que he dicho yo; ese dicho que te han dicho que yo he dicho no lo he dicho. Y si yo lo hubiera dicho, estaría muy bien dicho por haberlo dicho yo”, o tal vez algo más simple que viene de los pagos de Bahía Blanca, que ojalá pueda reponerse pronto de esta catástrofe provocada, traigamos a la columna a Roberta Iannamico…”Era una oveja que fabricaba miel y una abeja llena de lana. No, al revés. Era una oveja que untaba lana en un pan y una abeja que tejía una manta de miel. No, otra vez. Era una abeja que antes de picar decía beeee.”
Quizás para terminar con tanta mordaza habrá que ir con las y los hinchas de futbol, ¡ahí sí que vamos a poder gritar, pedir, decir! Pero en esta ciudad de alma pequeñas los hinchas no han podido siquiera conservar un club, no le vamos a pedir que vayan a ayudar a jubilados apaleados ni a periodistas silenciados. Qué le podemos pedir a este triste pueblo, que se divierte barato a costa de tasas carísimas, qué le podemos pedir a este pueblo que aun no se dio cuenta que se le cansó el caballo, que no quiere dar un paso más, se va a quedar ahí, donde freno su marcha a dejarse morir ¿y qué sigue? tendrán que seguir a pie.
En momentos así, se me quiebran los dedos como para seguir escribiendo, quisiera solo estar leyendo mis libros, cuidando mis plantas y mis animales, liquidando sueldos e impuestos en silencio, sencillo trabajo contable, dar alguna que otra clase de administración, cerrar la puerta de mi casa a este horror que estamos presenciando, en pocas palabras, sacarme la montura, quedarme donde estoy y decirles: sigan a pie. Pero entonces viene una ola inmensa que me levanta y me arrastra a seguir luchando y veo miles de compañeres y amigues, de todos colores, que siguen luchando cada 8 de Marzo… por tantas cosas luchamos. Ya a mis cincuenta, menopaúsica, con otras obligaciones, distintas a las de una mujer fértil, con un corazón mas sereno, una cabeza mas lúcida y un alma más paciente ayer salí a marchar, con la censura del viernes aun en la piel porque me dieron un motivo más para no bajar los brazos, para no dejarnos pisotear en silencio, al menos tendrán que escucharnos en la calle, seguiremos mostrándonos afuera de nuestras casas como prueba de que existimos.
El ensayo Todos tendríamos que ser feministas de Chimamanda Ngozi Adichie, que rompiendo con los cánones de la sociedad nigeriana se definió a sí misma como “feminista feliz africana que no odia a los hombres y a quien le gusta llevar pintalabios y tacones altos para sí misma y no para los hombres” finaliza con esta reflexión descomunal: “Sí, hay un problema con la situación de género hoy en día y tenemos que solucionarlo, tenemos que mejorar las cosas, y tenemos que mejorarlas entre todos, hombres y mujeres”. Somos el 52 por ciento de la población del mundo y sin embargo éste a virado a un estado desquiciado, aquí y allá, por doquier, ¿Cómo puede ser me pregunto, que las propias mujeres elijan sus verdugos? Tanta lucha para esto, tanta muerte y golpes para ver como nos hacen retroceder, nos devuelven al fondo del tarro…ahí donde no hay luz ni siquiera para ver lo que somos.
No, no se nace mujer y tampoco se nace feminista, son dos cosas que se aprenden, que deben ser nutridas. No me percibí feminista sino hasta hace unos diez años, antes solo pensaba que tenía un carácter inconformista, rebelde a contramano, que chocaba con las reglas que me imponían, resumiendo a una amiga de mi infancia “no era humilde de corazón, era muy altanera”. A veces en estas luchas, que no todos y todas comprendieron, perdemos personas amadas, personas que estarán siempre en nuestro corazón, en nuestras historias, personas que hacen que escribamos así, que hablemos así, que luchemos así y ni siquiera se supieron feministas. Ayer fue 8M, en San Nicolas ganamos de nuevo la plaza principal, y aunque éramos menos que otros años, eso es comenzar a levantarse del tarro oscuro donde nos quieren tirar.
Entonces para finalizar esta columna en la que puedo seguir expresándome aún, debo agradecer los libros que llegaron a mis manos, las personas que escuche para darme cuenta que el feminismo no es cosa de mujeres solamente. Nuestro paso es tan corto, nuestros pies son tan pequeños, pero esta ola inunda kilómetros de costas secas e infértiles, ahí brotaran las rosas que no queremos que nos regalen, ahí caminaran los hijos que desearemos y no querremos que nos lleven a la guerra, en esas costas nos daremos un gran abrazo con nuestros hombres también, con los que nos respetan, y prenderemos una gran fogata, bailaremos descalzas, despeinadas, eligiendo sobre nuestros cuerpos, con nuestra sangre corriendo viva por nuestras venas, y rojas de felicidad nos brillaran los dientes, dientes eternos de mujer que muerde y devora la vida, que defiende su manada y a su cría si la tiene y que miles de años después de su muerte seguirán ahí, como marfil finísimo dando testimonio de que fuimos parte del mundo y contamos una historia o escribimos un renglón o caminamos las calles juntas alguna vez, y nos vieron.
Si, ayer también nos vieron
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